El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo "amar"..., el verbo "soñar"...
Claro que siempre se puede intentar. Adelante: "¡Ámame!" "¡Sueña! "¡Lee! ¡Pero lee de una vez, te ordeno que leas, caramba!"
- ¡Sube a tu cuarto y lee!
¿Resultado?
Ninguno.
Se ha dormido sobre el libro. La ventana, de repente, se le ha antojado inmensamente abierta sobre algo deseable. Y es por ahí por donde ha huido para escapar del libro. Pero es un sueño vigilante: el libro sigue abierto delante de él. Por poco que abramos la puerta de su habitación le encontraremos sentado ante su mesa, formalmente ocupado en leer. Aunque hayamos subido a hurtadillas, desde la superficie de su sueño nos habrá oído llegar.
-¿Qué, te gusta?
No nos dirá que no, sería un delito de lesa mejestad. El libro es sagrado, ¿cómo es posible que a uno no le guste leer? No, nos dirá que las descripciones son muy largas.
Tranquilizados, volveremos a ver la tele. Es posible incluso que esta reflexión suscite un apasionante debate colectivo...
- Las descripciones le parecen demasiado largas. Hay que entenderlo, desde luego estamos en el siglo de lo audiovisual, los novelistas del XIX tenían que describirlo todo...
-¡Eso no es motivo para dejarle saltarse la mitad de las páginas!
...
No nos cansemos, ha vuelto a dormirse.
Extracto de "Como una novela" de Daniel Pennac.
Os recomiendo leer este fantástico libro, un hermoso homenaje a la lectura y a las novelas.
Según el propio Daniel Pennac, escritor francés, no es un libro de reflexión sobre la lectura, sino una tentativa de reconciliación con el libro.
¡ f e l i z d o m i n g o !